El primer hombre se persigna, el segundo toca el suelo y besa pronto su mano. Ambos ingresan bendecidos al espacio sagrado del círculo. Sus cuerpos danzan en sucesión armónica de movimientos sagaces que respetan por instinto y tradición el mandato del ritmo. Los pandeiros, tambores y cencerros acompañan calmos a los berimbaus, que dirigen la danza con su vibración metálica e hipnótica.
El primer hombre da un giro hacia atrás en el aire y cae con gracia, para asestar un nuevo golpe que apenas quiere rozar la carne del segundo. Todos los cuerpos presentes festejan la habilidad del que logró volar y siguen tocando y cantando las canciones que evocan y consolidan la historia primigenia. Finaliza el combate y los que han danzado pasan a ser parte de ese círculo mayor donde aplausos, cánticos y música envuelven el centro del ritual festivo y liberan del tiempo a los capoeristas.
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